¿Crees que el amor lo justifica todo? ¿Eres de los/as que piensa, que bajo el paraguas del amor todo vale? ¿Qué significa para ti el amor?
Son preguntas de aparente fácil respuesta, pero si vamos más allá y nos centramos en nuestra historia de vida, quizás nos demos cuenta de ciertas cosas…
En cualquier relación interpersonal que mantengamos, sea sentimental, de amistad, de trabajo… conviene cuidar algunos aspectos, en aras de construir relaciones saludables que pivoten en la responsabilidad afectiva.
Pero… ¿qué es esto de la responsabilidad afectiva?
La responsabilidad afectiva se basa en cuidar y tener en cuenta los sentimientos y emociones de la otra persona, en cualquier tipo de relación. Es fundamental mostrar empatía, tener claro el tipo de vínculo, evidenciar las necesidades y ser transparente en las intenciones.
¿Se dice rápido verdad? Del lado de los hechos, las evidencias me indican que no siempre es sencillo de llevar a cabo…
¿Por qué?
Para empezar, ser una persona responsable afectivamente implica no evitar el conflicto, saber afrontarlo de forma asertiva, sin miedo, y aceptando las consecuencias que se deriven del mismo. Cuando alguien confronta a otro/a, si toma la decisión de hacerle saber qué es aquello que le ha molestado, desde una posición de responsabilidad aceptará que la otra persona tiene sus motivos, estará receptivo/a a escucharlos sin juzgarlos ni invalidarlos, y mantendrá una posición de autocrítica para entender qué es lo que depende de sí mismo/a o del/la otra, y estará dispuesto a aprender de ello.
Cuando nos confrontan, si la primera respuesta que damos es “pero yo te quiero mucho”, estamos adoptando una posición muy alejada de la responsabilidad afectiva, ya que bajo el nombre del amor, no todo vale.
¿Algún ingrediente clave para ser responsables afectivamente?
El respeto. Es importante mantener relaciones desde el respeto, aceptar a la otra persona tal y como es, en su esencia, sin tratar de cambiarla. Cuando nos decimos “si me quiere debe cambiar”, estamos funcionando desde el amor tóxico, un tipo de amor absolutamente destructivo y muy doloroso, donde en nombre del amor, nuevamente, todo vale.
La libertad en las relaciones interpersonales es otro de los elementos fundamentales para ser una persona responsable afectivamente. Aceptar que la otra persona decide libremente vernos, llamarnos, pasar un rato con nosotros/as, y disfrutar de esos encuentros. Si esperamos, exigimos, pedimos o demandamos más de lo que la otra persona nos está dando, y nos decimos “si me quisiera lo haría”, estamos nuevamente en una posición donde el amor lo justifica todo, y por el amor se debería hacer lo imposible.
¿Por qué no todo vale?
Porque en el nombre del amor no podemos permitirnos ser personas arrogantes, dependientes, poco conectadas y nada autocríticas.
Porque la propuesta es abogar por una posición de personas afectivamente responsables, que se alejan de relaciones dependientes emocionalmente. Personas autónomas y responsables de sus emociones, que tienen en cuenta al/la otro/a en su dimensión emocional, que aceptan las críticas para mejorar a nivel personal, que saben pedir perdón, y que a la vez ofrecen relaciones desde el respeto, la libertad y la empatía.
Este es el paso difícil, valiente me atrevería a decir… Cuando todo lo podemos justificar desde el amor, no nos cuestionamos nada, ya disponemos de una explicación válida que nos libera de nuestra responsabilidad y que suele dejar a la otra persona sin argumentos. No nos invita a pensar, a tomar las riendas de nuestro deseo, y a ser consecuentes con el mismo.
Vivir por inercia, amar por inercia, está al orden del día.
Cuando en la consulta llegan personas con dificultades importantes en su relación de pareja, con barreras significativas en sus relaciones de amistad, y/o con problemas en sus relaciones de trabajo, y sus respuestas se justifican en nombre del amor, conviene preguntarse por la responsabilidad afectiva, o por el contrario, se está perpetuando una manera de funcionar tóxica y destructiva.
Mi invitación es que aprendamos a comunicar nuestros deseos, a reconocer nuestras propias dificultades, a entender el origen de nuestras emociones, a comunicarlas asertivamente, y a saber establecer límites en las relaciones.
¿Te parece tarea sencilla? En mi opinión, no lo es. Pero no todo vale.